hombre desolado

Monólogo de un obsesivo

Yolanda G. Albuerne / Agosto 2o11

Hoy ha sido un buen día. No debo hacerme ilusiones, pues seguro que mañana vuelvo a tener síntomas de nuevo. Fíjate, hoy sólo me he acordado dos veces de lo que me ocurre y pronto lo he superado. Yo me pregunto por qué tendré  esas taquicardias, y esos dolores de cabeza?. ¿Será que tengo algo malo y los médicos no son capaces de descubrirlo, al fin y al cabo las máquinas con las que me hacen los chequeos no dejan de ser máquinas y pueden estar estropeadas. Tendría que haberme repetido el electro, pero prefiero no hacerlo, me arriesgo a que el  médico me diga que estoy muy enfermo.

A veces pienso que estos dolores tan intensos de cabeza tendrán algo que ver con el corazón, puedo preguntárselo al médico, pero sólo de pensarlo siento miedo, porque  ¿y si me dice que efectivamente hay una relación?. No sé que voy a hacer, soy incapaz de parar mi pensamiento y para colmo mi terapeuta me dice que tengo que cambiar de actitud si quiero empezar a sentirme bien, yo me pregunto ¿cómo se hace eso?. ¿se pensará la gente que estoy así porque yo quiero?. No sé lo que daría por saber si otra persona que sintiera lo que yo estoy sintiendo ¿lo viviría como yo?, seguro que no,  se lo quitaría de encima rápidamente.

Parece que siento un latido en el oído derecho ¡qué horror, qué mal me siento, esto no va a acabar nunca, y creía que hoy era un buen día!.

Estas relaciones y otras muchas más son las que una persona con rasgos obsesivos encontraría, su pensamiento trabaja sin  descanso buscando las conexiones más asombrosas que nadie se pudiera imaginar a la vez que su propio pensamiento le envenena de angustia y desesperación. Aunque muchos de  éstos no se los  llega a creer del todo, le es muy difícil parar el fluir de imágenes, posibilidades, etc. Hay otra parte de él que tan sólo el hecho de pensar en ello le horroriza.

Cuando la obsesión se vuelve muy persistente la persona se llena de desesperanza, al verse imposibilitado para controlarla, le invade síntomas de angustia, ansiedad y depresión, se siente incomprendido, pero este último punto parece que le importa menos en estos momentos tan intensos, en los que experimenta aniquilación, muerte, desesperación…

¿Cómo podríamos enseñar a esta persona a conducir su pensamiento, a que no le dé  rienda suelta? ¿Qué persigue con esto? ¿por qué sus neuronas hacen esas conexiones  tan distintas a las de otra persona?. Es una especie de pensamiento autodestructivo. Un pensamiento que se apodera del individuo y le domina  ante los esfuerzos infructuosos de la persona por vencerlo.

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